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"El Ferry" que te lleva a tu tierra.

Los zulianos tenemos muchas cosas tradicionales, pero ciertamente todo está enmarcado por nuestras gaitas y nuestra forma de expresarnos, principalmente. Somos escandalosos (admitámoslos), dicharacheros, irónicos, sinceros y tenemos una habilidad sumamente precisa para crear los mejores chistes de cualquier cosa. En donde sea que estamos nos reconocen, nos rechazan, nos quieren o echan un cuento.

Permítanme comentarles que en lo personal no hay época que yo ame mas que esa comprendida entre el sonido de “playball” del primer inning de temporada, y los días cuando la pelota termina, pasando por la feria, las navidades, ese aroma de la Maracaibo consentida con gaitas. Amo esa época. Es la mejor porque es la época en donde nos une lo que tiene tanto que ver con nosotros como cultura: música, deporte, familia, parrandas, gastronomía y tiempo con nuestra gente, la que vemos poco por trabajo o estudio. Es genial, ¿no?

Uno de los escenarios en donde uno puede sentir esto no es otro que el estadio en donde nuestras Águilas del Zulia nos hacen sentir que pertenecemos todos juntos a un mismo propósito, por más novelesco y ficticio que suene, cosa que a los venezolanos nos hace tanta falta. Vamos en familia, con hermanos, con amigos, en pareja, sea en sillas, laterales o gradas. Gritamos y disfrutamos cada inning, cada jugada. Ligamos, sufrimos, nos desvelamos, nos preocupamos, nos amargamos, somos los más felices con las victorias, nos duele lo que al equipo le duele: ¿Alguien recuerda durante el Round Robin de la 2013-2014, aquel último juego en Maracaibo, ver a José Pírela tendido en el suelo? ¿Cómo se sintieron, lo recuerdan?

Somos implacables con el enemigo y con quienes se meten con los nuestros sean de la camisa que sean. De lo mejor se siente estar en el Luis Aparicio “El Grande”, disfrutando de una noche de beisbol. Pero hay algo en particular que hace de la velada algo especial.

Durante la entrada a batear en el 7mo inning, suena en el estadio “El Ferry”, una gaita que se ha hecho clásica en las tribunas, y la gente se pone de pie a cantar y a disfrutar de un momento que se hace único. Ese momento es especial y de eso se me han contagiado estas palabras.

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Y quiero comentarlo porque cuando estoy a la distancia del estadio, por trabajo u otros motivos y escucho esa gaita, me transporta al nido rapaz, a Maracaibo, a mi hogar, es como si estuviera sentado en las tribunas, no puedo evitar ese nudo en la garganta que no solo pasa cuando pasamos por el puente sobre el lago.

Así de bonito es lo que uno puede sentir por un equipo, por la gaita, por su gente, por cómo uno quiere esta vaina. A veces me pregunto cómo la pasan nuestros paisanos en el exterior y me los imagino haciendo una reunión en casa de uno de ellos e invitando a todos los zulianos que haya en el sector, así sea que no los conozcan, armando su diciembre mientras en el fondo suena la voz de Ricardo Aguirre. Eso también es muy nuestro: un espirito familiar y de hermanos. Donde sea armamos la jodedera.

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Y miren que yo sé que a mis paisanos no les gusta la cursilería, por todo aquello de ese machismo aprendido desde hace rato, pero hey, admítanlo: ese sentimiento de haber nacido aquí es una vaina arrecha. Y los que han sido acogidos aquí, se contagian de Maracaibo.

Pienso desde niño que el zuliano es apasionado por lo suyo y lo defiende así sea que esté equivocado, esa misma pasión hace que diga lo que siente y nuestra jerga nos da un sinfín de expresiones que se han ido moldeando para darle lugar a lo que sentimos (Ya uno usa verga en cualquier tipo de frase y modo). En resumen: el zuliano tiene identidad y la sabe expresar sin pena, bueno, por ahí dicen: “maracucho (zuliano) quedao se muere chiquito”.

El asunto de la identidad del zuliano es el aspecto más emblemático de nuestra diferencia con el resto del país. Identidad anclada y llevada con orgullo.

A Maracaibo la abandono varias veces al mes. Siempre vuelvo, es algo de mi deseo volver a ella. Pero al escuchar una gaita sea cual sea, esta me lleva a mi hogar y me hace abrazarme con mi gente; “El Ferry” me lleva al estadio, a donde todos solo vamos a ligar al equipo y pasar un rato agradable; chocamos las manos unos con otros y ligamos juntos y ni idea de quién es quién, porque no importa. En el estadio hay niños, mujeres, hombres, ancianos, padres, abuelos, tíos, primos, de toda diversidad en género, raza, religión, sexo, posición política y económica, pero ahí todos somos una familia y como familia apoyamos a los nuestros. Al estadio hay que ir, no solo por diversión, sino porque como venezolanos es uno de los pocos sitios en donde esta lo que es importante y que hemos olvidado. Eso que nos une, es en el deporte, en el estadio, en lo que todos compartimos que esta y que hemos dejado perder.

Así es el ferry que nos lleva siempre a lo que somos y a lo tan nuestro. Qué molleja de marullo, chico ¿ah?

Aquí les dejo lo que para mí es una de las mejoras gaitas que hay.


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