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Les ha pasado que: todos y cada uno, siendo tan raros unos de otros.

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¿Alguna vez se han visto como “raros” ante los demás? Pongámoslo en un ejemplo: están en una reunión, empiezan a hablar de un tema en particular y sienten o piensan de una manera algo distinta, e inclusive, “se avergüenzan” de decir dicha cosa. Pasa todo el tiempo, creo yo.

Nuestras “rarezas” como sujetos es un tema que tiene que ver con muchas cosas, no solo con una simple definición cliché como: quién soy, cuál es mi misión en esta vida, cómo para que estoy respirando, por qué tuvo que morir la mamá de Bambi. A veces pasa que lo que generalmente sentimos es una especie de “no relación” con ello, es como si eso que es tan raro de uno fuera tema “tabú” y al hablarlo, nos sentimos algo incómodos. Por ejemplo, en algunas oportunidades me ha pasado que, al decir qué tipo de música disfruto, tipo de vestimenta o gustos a la hora de comer, así como también modos de pensar en cuanto a temas sociales de mucha popularidad hoy en día (genero, roles sociales, posiciones ante distintos temas) eso de lo que hablo me aleja de los otros y me marca en una diferencia.

Hay por lo menos unas 7 mil millones de personas en este mundo que se nos ha prestado desde lo contingente para habitarlo y plantear una vida en él. Eso significa que hay 7 mil millones de formas de hacer con la vida. Todas y cada una de esas personas hace algo con su vida en relación a su deseo, su goce, su problemática con el Otro y con los otros y se las apaña como puede, todos y cada uno con lo que hay y con lo que saben e ignoran. No hay soluciones, guías o formularios previamente establecidos, aunque hay mucha gente que se ha ganado la vida tratando de demostrar lo contrario… hasta para eso hay permiso.

No es un planteamiento personal, es más una cosa de uno y de todos. Y se dice así porque si de mi parte hay una manera de ver ciertas cosas, supongo que de parte del vecino también. Es la complejidad en la que estamos sumergidos: ser dichos por las palabras (es decir: yo soy la oveja negra de mi familia. Es ya una definición de palabras) involucra un mal-entendido, que a la final es lo que cada quien interpreta. Por como vemos las cosas, estamos en lo cierto, porque es algo nuestro, es decir lo vemos, sentimos, pensamos, gozamos o negamos de esa manera, pero al mismo tiempo es falso como una fabula, por su mismo carácter de algo nuestro, de ese cuento que nos inventamos y que ningún otro sujeto lo cuenta así.

Los humanos como los colores de un caleidoscopio.

Dicha complejidad y diversidad hace de eso llamado “rareza” algo precisamente cotidiano. Ese es el problema: entendernos a pesar de que nuestro lenguaje está hecho para lo contrario, para individualizarnos. Cosa que explica el propio malestar de la civilización al intentar siempre “meternos a todos en un mismo saco”. Las generalizaciones están hechas para reprimir las individualidades, las rarezas de cada quien. Porque sin duda seria menos problemática una sociedad en donde con una pastilla lo resuelvas todo. Mucho de eso es tema hoy en día: las personas están ligadas por reglas no escritas en ningún lado, donde se asegura que tal cosa debe ser respondida de tal manera, de lo contrario, caerías en la llamada “locura o rareza”.

Piénsenlo por un momento. Los invito a cerrar sus ojos (no es necesario) y piensan en aquellas cosas que ustedes saben bien que son muy propias de ustedes y que parece que no lo hacen los demás, por lo menos, no de la misma manera o con las mismas palabras. Una manera de darse cuenta de ello es que de eso poco se habla, por no decir que de eso no se habla.

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En una ocasión, un sujeto me comentó sobre su problemática para poder decir aquello que su madre le prohíbe todos los días decir. Al tener la oportunidad de decirlo, el sujeto experimenta luego pesadillas en relación a eso; cuando conversamos por segunda vez, me cuenta que, a pesar de que se ha sentido mucho mejor al hablarlo, siente que eso no debe decirse porque: “lo pasado, pasado…hay que seguir adelante”. Y claro, como toda regla escrita en algún lugar no descubierto, esto hace las veces de sepulturero. Algo siente este sujeto que debe decir, pero eso significaría dejar esa frase a un lado y plantearse el decir aquello que quiere decir, pero hasta de pesadillas se inventa para no decirlo.

Es un poco en las veces de que somos prisioneros de nuestras palabras, y por ellas mismas nos liberamos.

Todos estamos un poco locos. No todo en nosotros esta dicho para ser completado, hay siempre al menos una palabra que se desencaja, que se sale del orden que nos colocamos. Cuando nos escuchamos decir lo que tenemos en la cabeza, vemos lo raros que somos en relación a nuestros vecinos, pero por aquella palabra con la cual nos vestimos y decimos a viva voz: “Yo soy Juan, yo soy X, yo soy Y”, esas mismas palabras tienen un reverso que nos saca del todos, para pasar al uno.


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