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Pulsión: ruta “Sinsentido”. Entrega I

¿Qué es la pulsión? Pregunta complicada; de manera previa puedo decir que la pulsión es lo que insiste en darse en el acto, muy a pesar de los desfiladeros de la represión, o de esas cosas que no queremos saber, por ejemplo. Es una especie de circuito que opera en el cuerpo y está amarrado a la operatividad inconsciente de un sujeto.

En el argot popular, la pulsión vendría siendo esa sensación que experimentamos cuando, por ejemplo, sentimos que algo en nosotros es tan fuerte que, por más que sepamos que no está bien, que no es razonable o que nos hacemos daño, eso insiste en darse. No es un asunto lógico o del "2+2=4".

Les pongo un ejemplo. ¿Les ha pasado que hay un aspecto en su vida que es como “lo mismo de siempre”, que les pasa todo el tiempo, que se repite una y otra vez, y ustedes saben que está mal, que no debería “ser así”, pero no pueden evitarlo?¿Alguna vez han estado en una situación con alguien que los hace sentir mal, ustedes consideran que no “deberían seguir ahí”, que sufren, padecen, se sienten impotentes, pero no pueden salirse de eso, y les parece que es más fuerte que ustedes?

Bueno, la pulsión es el circuito “sinsentido” que corre por debajo de esas situaciones. Veamos un típico dialogo:

Sujeto 1: “Yo no sé por qué sigo con ella, verga sé que me pegó cachos y está mal, pero no sé por qué me tiene así”

Sujeto 2: “Marico, tenéis que dejarla. Hay tantas mujeres y vos muriéndote por una tipa que te pega cachos”

Sujeto 1: “Si chamo, yo sé…”

Sujeto 2: “bueno aja, como que te gusta que te peguen cachos, entonces”

Sujeto 1: “hey no, ¿cómo vas a decir eso, chamo? Es que aja…”

Pasa todo el tiempo. Y puede que suene algo loco que a alguien le guste que “le peguen cachos”, pero es precisamente de eso que se trata: la pulsión de la que Freud y Lacan nos explican es una fuerza que puja por darse, y es de una lógica distinta. Es lo “sinsentido” de lo que repetimos a diario.

Lacan en su seminario XI sobre “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, nos explica que además de que la pulsión es una fuerza constante, tiene como objetivo la satisfacción a las sombras de un objeto que está en falta al cual nombró como objeto “a”, un objeto que no por ser objeto quiere decir que sea tangible o que se pueda alcanzar, es un objeto particular en tanto que éste representa la falta, la primera castración del sujeto localizada en un Otro, y que supone en ese objeto aquello que le falta y que tanto busca.

Lacan nos explica que la pulsión, a través de lo que Freud denomino como “drang” (esfuerzo), comienza un recorrido de “empuje” bordeando la falta a través de la demanda del Otro, cabe destacar que toda pulsión parcial se plantea un fin, una meta fantasmatica por obtener dicho objeto que se encuentra según el sujeto neurótico en el Otro, y todo este recorrido que hace la pulsión termina en su reverso:

Ocurre que, desde el principio, Freud nos presenta como adquirido el que ninguna parte de este recorrido puede ser separada de su ir-y-volver, de su reversión fundamental, del carácter circular del recorrido de la pulsión.

Es un “ir y volver”. La pulsión es un recorrido sobre su propio retorno, es uno de los destinos propios de la pulsión: el hecho de que a pesar de que Freud nos habla de una meta, no es más que la disolución inconsciente del atrapar ese objeto que le falta al sujeto. Es un “voy a alcanzarte”, pero en tanto sé cómo meta que he de plantear un retorno. Es un intento siempre fallido.

Por ejemplo, una mujer que es maltratada de cualquier manera por su pareja puede querer hacerlo cambiar y volverlo una persona que no la maltrate, es decir, “alcanzar esa meta” vendría siendo ese objeto que le falta y que solo esta porque no lo alcanza…Y esa mujer puede intentarlo tantas veces sea posible, hasta que (si tiene suerte y no ocurre una desgracia en el intento) algo de la dinámica cambia y ella decide irse. Un ejemplo nada más.

Es un "lo intento, fracaso, lo intento, fracaso".

Ese es el propósito de la satisfacción: el tratar de buscar aquello que te falta y crees que el Otro lo tiene y puede dártelo, pero como no se consigue dicho objeto como uno lo quiere, se cae en una repetición y aparece un goce que marca algo de ti: sí, del padecimiento se goza. ¿Qué loco, no?


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