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Como venezolano, quiero decir que...

Primero que nada debo decir que, como a cualquier venezolano que sienta al menos un gramo de empatía por el sitio en donde nació, Venezuela es una preocupación de todos los días. Y más allá de la demografía, de la política y de las riquezas (no, no me refiero a la flora y fauna), me preocupa su gente, pero no por aquello de la resignación, de la costumbre o la “indiferencia” de la cual muchos de nuestros políticos quienes se quedaron en algún momento del siglo XV, se refieren en sus discursos.

Nací, crecí y sigo viviendo en Maracaibo, en uno de sus barrios, de esos que cuando detienes a un taxi en la calle y le dices tu destino, estos al menos te arrugan la cara. Mis padres, dos trabajadores de muchos años, quienes apenas lograron alcanzar un bachillerato tan devaluado como nuestra moneda, se propusieron sacar “pa´lante” a sus hijos con eso, con trabajo. Y con aristas y complicaciones, lo lograron. Hoy yo al menos puedo decir que mucho de lo que soy, sea para parecerme o diferenciarme, tiene que ver con ellos y su trabajo.

Crecí en un barrio, y en él, aprendí a diferenciar entre el sonido de un cohete y el de un disparo, triste lección, aunque necesaria; aprendí a ser “pila” para sobrevivir, aunque se me enseñó a punta de malas experiencias; aprendí a diferenciar entre los caseríos y las “quintas”…en la mente de las personas; aprendí su jerga, sus modos, sus reglas, sus huellas de arena en mis zapatos; aprendí sobre esa “viveza” propia del venezolano, y de su capacidad para ser solidario. Su gente, sus amigos, sus familias, sus trabajadores tienen algo particular que no lo tienen los que viven en pisos altos o encerrados en calles silenciosas.

Con la llegada de la vida universitaria, llegó también la necesidad de recorrer las calles en cuanto “carritos”, buses y “Van” pudiera montarme; me sé casi todas sus rutas, me he montado en ellas y sin saberlo, he compartido todo el tiempo con su gente, con sus problemas; he visto los amaneceres y los ocasos apoyado sobre una oxidada ventana de un viejo “por puesto”. Me he movido por toda la ciudad y un poco más allá en carro ajeno.

Me han atracado (asaltado) 4 veces en mi vida. Nada que alardear. He sentido el frio de un arma en mi cabeza 3 veces. Me he vuelto cada día más paranoico. He perdido celulares, documentos, pero conservo mi vida, a pesar del riesgo de todos los días.

Con esto quiero decir que, como un ciudadano mas, escribo mi rechazo por lo que sea en que se ha convertido este país, por su dirección, por su futuro cada vez más incierto. Quisiera decir que no quiero irme, porque debe ser difícil vivir en un sitio en donde ni siquiera puedes dar las gracias en tu idioma o con tu acento, pero el país te obliga a irte, así sea solo en la cabeza.

No me siento representado por lo que es el país ahora, aunque realmente de representaciones no soy un fiel cliente. Mi país se ha convertido en un lugar hostil y puede ser peor. Su gobierno, del que se ha dicho gran cantidad de cosas, para mí, es el benefactor más despiadado y desgraciado de las peores bajezas a las que puede llegar un grupo por no soltar el poder.

Pero lamentablemente debo decir que, sea lo que sea ahora la oposición de mi país, no puedo decir que son “tan malos” como este gobierno, pero no en vano he visto en los últimos meses la peor de sus caras. Locura, y no en el sentido artístico en que Virginia Wolf o James Joyce escribían tan majestuosamente, se ha desatado. Un caldo de acciones insensatas, declaraciones irresponsables y estrategias sin sentido aparente, han hecho de lo que sea que ahora es ésta oposición, un nudo más que ata al ciudadano común a la voluntad del poder.

Como un ciudadano común en Venezuela, no tengo voluntades para el gobierno de mi país, ni siquiera de su santa palabra de cambio. Como un ciudadano común, no tengo voluntades para una oposición irresponsable, carente de contenido y que se hace llamar así misma “radical”, como si el peso de las palabras se la pasaran por el forro de...ese lugar donde no llega el sol.

Venezuela, como un ciudadano común, puedo decir que tu futuro y el mío, es cada día mas incierto, en medio de tanta polaridad por el poder… ¿Aun estamos los ciudadanos, es decir, la gente que sí padece los problemas de todos los días, a tiempo de salvar lo poco que queda? ¿No hay tiempo ya para aprender que del extremo es de donde nos han atado todo el tiempo a la miseria?

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